La transparencia es un concepto dinámico, esta vivo, evoluciona al mismo tiempo que la sociedad madura. La mayoría de la herramientas y portales, e incluso alguno indices de transparencia, nos muestran una perspectiva estática de este concepto, no existe evolución, son un escaparate cargado de datos cerrados, poca accesibles e inanimados.
El concepto Transparencia es evolutivo, dispruptivo y transformador. Permite a las organizaciones que la impulsan, sufrir procesos renovadores y aperturistas que provocan un profundo cambio en la propia cultura organizacional, en las dinámicas de comunicación y, por supuesto, en la concepción de las relaciones endógenas y exógenas con los individuos vinculados o relacionados con ellas.
La transparencia es un medio y no un fin. Nos encontramos discursos basados en la transparencia, programas políticos, leyes, reglamentos y ordenanzas de transparencia. Pero en realidad, el camino no termina cuando con la consecución de altos niveles de transparencia. La transparencia permite romper con la desafección política y la apatía social, permite recuperar la confianza perdida en la instituciones, acercar a los ciudadanos y cohesionar a la propia organización desde el interior. Convierte a las organizaciones en urnas de cristal, que invitan a al participación o a la simple observación del funcionamiento de la maquinaria pública, que co-creamos, soportamos y mantenemos entre todos. El ciudadano tiene derecho a observar la cocina de las políticas públicas.
La transparencia es un elemento dinámico y permanente, viene para quedarse, para formar parte del ADN de las organizaciones, y su implementación es un camino sin retorno hacia una comunicación y rendición de cuentas permanente. Esta sabia, es la que mantiene vivas a las instituciones, y sobre todo regenera las relaciones entre el marco institucional, político y administrativo, y los ciudadanos y actores sociales. Las leyes al mismo tiempo que obligan, delimitan, constriñen y acotan el concepto, es por ello, que la transparencia debe ir más allá, debe buscar su esencia en las preferencias y demandas ciudadanas. La ley puede ser la base, el marmóreo pedestal sobre el que se soporta, pero las políticas publicas han de ser innovadores y exceder el reduccionista marco jurídico.
La transparencia supone el inicio del camino hacia un fin más elevado: el gobierno abierto. Es la antesala de la participación, la colaboración y el compromiso. Es un paso necesario, pero no suficiente. De nada sirve, sino alcanzamos la participación activa de la sociedad.
Juan Manuel Gómez Roa
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