La transparencia aflora en una sociedad sedienta. La abundancia nos lleva al conformismo, y es en la carestía cuando el circulo colectivo, ávido de prosperidad violenta su pasiva naturaleza en busca de inconformismo político. La sociedad subyace ante la casta, construye el patibulo en el que encumbrar su más baja naturaleza, para premiar el desdén de aquellos que osaron soliviantar el poder y consumir el bien común. Ese poder que solo otorga el beneplácito de la complicidad democrática.

Cual voyeur consume la ironía del dato que desnuda el alma de los infames. Un canto comunitario que clama por la revuelta de los hostiles, los sin nombre, los desahuciados del llanto mas amargo de nuestra entrañas comunes. Los paladines del pudo y no fue, los eruditos de la ignorancia, que cantaron odas al capitalismo vulgar, al neoliberalismo seductor que busca la mirada indómita del capital.

La transparencia sublima la oportunidad del débil esclavo social. El horizonte perdido en una mirada que sueña con los tiempos pasados, en los que los clarines celestiales sonaban a dólar. Un viaje sin retorno al patibulario desnudo, al espacio perdido, al estado natural de las cosas. El panegírico de una sociedad sin retorno, que busca la entrada a su genética popular.

La desnudes del sistema, clarifica las barreras del futuro, presume un veraz acuerdo social, un camino, una vía a una sociedad de honor, de claridad, que nos aleja de la ingravidez pública.
El ocaso de la opacidad es la semilla del incipiente showroom político. Es la llave del progobierno, es el postulado de un nuevo pacto social, en el que los hombres y mujeres de este planeta renunciaran a ser representados por petulantes sirvientes del capital y emprenderán una verdadera batalla para deconstruir el mundo común, y virtualizar sus emociones e ilusiones en una obra comunitaria, a base de integrar sus ancestrales sueños de libertad.

Juanma Roa

Politologo

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